Estos días están teniendo lugar las Jornadas Culturales del Colegio Diocesano Pablo VI de Ávila. El fin de semana, entre lectura y preparación de materiales, se me ocurrió escribir un cuento sobre las emociones y la educación.
Alumnos difíciles, alumnos que pasan desapercibidos, profes que se marchan disgustados a casa, profes a quienes les encanta la educación, los caparazones y nuestras armaduras... son los protagonistas de este cuento.
A ver qué te parece...
LECCIONES DE IDA Y VUELTA
Lucas soñaba con ser profesor… Estaba a punto de
terminar su primer año en 1º de la ESO y lo tenía claro. Le encantaba echar una
mano a sus compañeros en clase, ayudarles a terminar los ejercicios de mate y
de inglés. Y luego por la tarde, era el primero en contestar cualquier duda de
sus compañeros en el grupo de whatsapp.
Como le decían algunos compañeros, era super-ciber-solidario… Sin embargo,
había algo que le preocupaba… y era que algunos de sus compañeros no eran
capaces de expresar lo que sentían y, menos aún, contar a sus amigos, o incluso
a los profes, por qué, a veces, se encontraban mal. Todo era un círculo, no
eran capaces de contar cómo se sentían y pagaban "los platos rotos"
con el que tenían delante, que solía ser el profesor o profesora de turno… Cada
noche pensaba cómo ayudarles a controlar sus emociones y sacar el mejor partido
de ellas… A veces creía encontrar una solución.
Por otro lado, estaba Ernesto, profesor de Lucas,
entre otros alumnos. Ernesto sabía que cada alumno era único, especial, irrepetible...
Solía gustarle pensar que los alumnos eran como sus hijos, de ahí que intentase
tratarlos como trataría a sus propios hijos; aunque no siempre resultaba fácil.
Había alumnos que se encerraban como en un caparazón y, ante un problema, no
querían abrirse con él sino que se enfrentaban y contestaban mal.
Lucas y Ernesto tenían bastantes cosas en común: a
ambos les preocupaba cómo ayudar a los alumnos, "entre comillas", difíciles y a los alumnos que suelen pasar
desapercibidos; como solía decir Ernesto "los tímidos"… Una mañana,
casi a última hora, Ernesto tuvo una fuerte discusión con un alumno de 4º de la
ESO. Ernesto estaba desolado, angustiado…, no se encontraba bien… apenas comió
y, por la tarde, estuvo dándole vueltas todo el tiempo al encontronazo con
aquel alumno. La discusión no se le iba de la cabeza…
Al salir del Cole, sobre las 19:30 pm se encontró
con Lucas, que salía de las clases particulares. Lucas vio su cara y le
preguntó qué le pasaba. Ernesto se sinceró y Lucas le dijo algo que le hizo
dormir bien… de hecho, al día siguiente se levantó con mucha ilusión y ganas de
encontrarse con ese alumno y dialogar sobre lo sucedido para tratar de
entenderlo y restaurar la relación.
Lucas le dijo algo fundamental… le dijo que
detrás de cada alumno difícil (o tímido) había una emoción que no sabía
expresar y que si quería ayudarlo, debía intentar entender qué le ocurría para
haberse comportado así. Ernesto, al escuchar esto, comprendió que profesores y
alumnos se enseñan y aprenden mutuamente, si dejan su caparazón a un lado…
Álvaro Fernández Gómez